La Roca de Roque

El corazón de Acatlán, fuerte como La Piedra

La Roca de Roque, símbolo de nuestra diversidad y fortaleza de valores

Entre los mayores símbolos de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán figura el monumento denominado La Humanidad Hoy. Convertida en patrimonio cultural por la obra del artista plástico mexicano Roberto Roque y Manrique, es clave en el medio siglo de grandeza institucional. Con 67 toneladas de peso e instalada en 1984, asemeja a un corazón fuerte y vigoroso que infunde conocimientos y valores a nuestra comunidad.

Traída desde el sur de la Ciudad de México, La Piedra, como es conocida cariñosamente entre nuestra comunidad, es el lienzo perfecto para el mural creado por Roberto Roque y Manrique a finales del siglo pasado.

Una de las características de esa obra es precisamente el sitio en el que está plasmada, pues se trata de un mural, pero no sobre un muro, por lo que hay que recorrer los cuatro lados de la colosal andesita para apreciarla totalmente.

Pese a que su llegada ocurrió cuando el campus ya tenía nueve años de actividades, es producto de una búsqueda que al maestro Roque y Manrique le llevó al menos un lustro, cuando en 1981 descubrió y rescató dicho monolito, mismo que obstruía la construcción del estacionamiento de una casa.

La Piedra es producto de la erupción del volcán Xitle, ocurrida según el cartógrafo mexicano Antonio García Cubas, el 24 de abril del año 76 de nuestra era, mientras que el estudio aerofotogramétrico efectuado a principios de la década de 1980 por la empresa Aerofoto, cuyo subgerente era el ingeniero Hugo Damián García, ex profesor del plantel, determinó que era una roca joven, pues apenas tenía 20 mil años.

La Roca de Roque

Roberto Roque llegó a Acatlán en 1978, luego de radicar en Italia durante al menos siete años. Era amigo del arquitecto Gerardo Labastida Álvarez, pieza fundamental para la llegada y colocación de “La Roca de Roque”, recordó en entrevista para Gaceta Acatlán el ingeniero José Pedro Agustín Valera Negrete, director de la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán de 1981 a 1989.

El artista plástico, quien ya había pintado piedras de ríos en el Viejo Continente, traía el proyecto bajo el brazo: obra cuyo “lienzo” sería alguna roca de grandes proporciones, y se lo propuso al primer director, licenciado Raúl Béjar Navarro, quien lo envió con Valera Negrete, recién nombrado jefe de la División de Ingeniería, para que le brindara el apoyo necesario.

En la gestión del licenciado Francisco Casanova Álvarez, segundo director de Acatlán, cuando con el apoyo de universitarios comprometidos y visionarios pudo materializar el sueño del gran monumento para la facultad como la nuestra.

Roberto Roque buscó la roca idónea por todo el Valle de México, la cual descubrió en cierto predio de la avenida Luis Cabrera, cerca de tres kilómetros del Anillo Periférico, en la alcaldía Magdalena Contreras.

Pero la ENEP Acatlán carecía de recursos para pagar el traslado, por lo que Valera Negrete contactó a los dirigentes de Ingenieros Civiles Asociados (ICA): el presidente, Bernardo Quintana, y el vicepresidente ejecutivo, Fernando Favela Lozoya. “Lo apoyamos en todo, la UNAM es primero”, les dijo el ingeniero Quintana y Arrioja, quien falleció el 12 de agosto de 1984, tres meses después de que La Piedra llegó al destino final.

En entrevista para el diario El Universal, publicada el 3 de abril de 2015, el artista plástico relató que ICA no cobró centavo alguno por el traslado. El costo: el salario que Roque y Manrique devengaba como profesor de tiempo completo.

En ello coincidió el arquitecto Miguel Ángel Alvarado Nieto, quien formó parte de la Unidad de Conservación y Mantenimiento de 1981 a 2019, por lo que participó en el traslado de la monumental andesita: “incluso a mí me tocó traer muchos insumos de las bodegas de ICA, sin ningún costo”. Quizá la única inversión haya sido el brindis con pulque entre Roque y Miguel Pérez Alarcón, dueño del inmueble donde la mole había visto todos los pasajes de la historia de México, a la espera de construir la propia.

De acuerdo con Alvarado Nieto, el propietario del predio dijo al artista “que deseaba retirar esa piedra para construir el estacionamiento de su casa, pero ello representaba un gasto que él no podía costear, por lo que Roberto Roque propuso que él sacaría el monolito, a cambio de que se lo obsequiara”.

De “pieza prehispánica” a “meteorito”

El propietario del terreno aceptó el ofrecimiento, por lo que, al regresar de alguna obra en el sureste mexicano, la grúa de 100 toneladas, un tráiler con plataforma de cama baja y la cuadrilla de trabajadores de ICA fueron enviados al inmueble para el traslado. Nuestra roca yacía acostada y semienterrada.

Tal despliegue de personas y maquinaria llamó la atención de otros vecinos, quienes comenzaron a “calentarle la cabeza” a Miguel Pérez y trataron de convencerlo de que no aceptara el retiro de La Piedra, “pues a lo mejor tiene valor prehispánico y por eso se la quieren llevar”, contó Alvarado Nieto.

Tal escena recordaba el traslado del monolito de Tláloc desde Coatlinchán, Estado de México: los pobladores, tristes algunos y otros molestos, mientras hombres y maquinaria enviados por el gobierno trabajaban en el traslado del dios azteca de la lluvia hacia el Museo Nacional de Antropología el 16 de abril de 1964: ese día, la deidad se manifestó con torrencial aguacero.

Aunque dudó por algunas horas, Pérez Alarcón respetó el acuerdo y luego de desenterrar la parte incrustada en el suelo, sujetarla con cables de acero y lazos, la grúa levantó La Piedra y la puso sobre la plataforma del tráiler.

Las leyendas urbanas no terminaron con aquella intriga vecinal de considerar a La Piedra como tesoro arqueológico. Roberto Bonifacio Reyes, quien trabajó en el campus de 1975 a 2006, relató en entrevista publicada en marzo de 2020 para Gaceta Acatlán que el motivo por el que La Piedra llegó al campus, por tratarse de “un meteorito que iban a colocar sobre una estructura de hierro; era mucho peso y decidieron echarle cemento”. Él apoyó en esa tarea.

Llegada monumental

Junio de 1984. El traslado de la roca inició a medianoche y concluyó entre las cuatro y cinco de la madrugada del día siguiente: “decidimos que fuera de ese modo para evitar el tráfico y por motivos de seguridad”, narró Alvarado Nieto.

Durante el trayecto, cierto cable de acero reventó, seguramente por estar mal tensado, pero la cuadrilla de trabajadores llevaba cadenas, con lo que resolvieron el problema. De ahí en fuera, el resto del viaje transcurrió sin contratiempos, prosiguió el arquitecto.

“Una vez que llegamos, la dejamos afuera de la escuela y al día siguiente hicimos diversos preparativos: quitamos parte de la reja perimetral y todo aquello que creíamos que se requería para poderla introducir, pero era tanto el peso de La Piedra y los vehículos que todo esto se volvió como un campo minado”, abundó.

Ante tal escenario, ICA colocó una cama de durmientes de madera elaborados en Canadá y utilizados en las vías del Sistema de Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México, sobre los cuales pudieron terminar las maniobras, detalló el ingeniero Agustín Valera.

La idea original era colocar el monolito sobre una estructura de viguetas de acero de 14 pulgadas en forma de tripié, para asemejar el diamante de enorme anillo de compromiso, pero la andesita se hundió con todo y base, debido al peso y a la composición del suelo, pues en el pasado, el predio que ocupa Acatlán lo destinaron por años a la siembra. Fabricado otro nuevo trípode, diseño en el participó el arquitecto Gerardo Labastida. Ya no hubo hundimiento, pero no era recomendable dejarlos así, pues cualquier movimiento que ladeara la roca significaba elevado riesgo, dijo Valera Negrete.

Miguel Ángel Alvarado Nieto relató la decisión: cubrir la estructura metálica con concreto y darle un terminado con piedra volcánica, característica que el maestro Roberto Roque aprovechó con ingenio para simular un volcán, del cual emerge el monolito que por excelencia identifica a nuestra FES Acatlán.

Roque, el artista

Roberto Roque y Manrique, profesor en nuestro campus, luego de radicar durante siete años en Verona, Italia, donde además de su labor artística, también fue docente. La Humanidad Hoy, el pictomural que transformó en arte a La Piedra de Acatlán es la obra por la que muchos lo conocen, pero en su haber figuran también Capricho, Desvelo, Detalles de El Monolito; El Café Puede Esperar, El Pintor y la Música, El Último Paraíso, Encuentro y La Barca.

David Alfaro Siqueiros, uno de los grandes muralistas mexicanos, reconoció su talento y como muestra de ello le regaló sus pinceles, luego de conocerse en París, Francia. El creador de La Humanidad Hoy ganó en Italia el Premio Internacional de Arte Beato Angelico, uno de los más importantes del rubro en Europa, detalló la maestra Perla Barrera, quien participó en la elaboración del pictomonolito.

Con el reconocimiento de “El Coronelazo”, como llamaban también a Alfaro Siqueiros, y con larga trayectoria en tierras italianas, donde ya había pintado piedras, Roberto Roque vino a México con la motivación de hacer algo monumental en su patria: ahí nació el proyecto de La Piedra de Acatlán, recordó en entrevista la también artista plástica, egresada de la licenciatura en Sociología y docente durante 31 años en el plantel.

Perla Barrera describió a Roberto Roque como persona abierta y amable; artista plástico comprometido con sus ideales, estricta y ordenada forma de trabajo, casi obsesiva. En tanto, el ingeniero Valera lo recordó como un bohemio: magnífico cantante de tesitura grave y gran chef, especialista en comida italiana.

Es imposible hablar de La Piedra sin ahondar en la vida de Roberto Roque ni del respaldo de Alfaro Siqueiros, pues como señala la maestra Barrera en una carta de despedida al maestro, “El Coronelazo no conoció tu gran roca de Acatlán, pero sin duda hubiera lanzado su manaza para impulsarla como meteorito al cosmos de las grandes creaciones”.

Transformando en arte

La Humanidad Hoy es innovadora porque emplearon esmaltes de tipo industrial, concretamente, pinturas para barcos. Ello, por la alta resistencia a la luz solar y la humedad. Sin embargo, el manejo es distinto a la acuarela o al óleo: “el proceso es más parecido a pintar un coche”, detalló la artista plástica Perla Barrera.

El material empleado en La Humanidad Hoy “es más pastoso” y menos maleable que el comúnmente utilizado en artes plásticas. Para obtener la vibración tonal deseada, Roberto Roque empleó capas sucesivas: dominar esa técnica es de virtuosos y él lo fue, añadió.

Previo a la elaboración del mural, a La Piedra la sometieron a minucioso trabajo de limpieza que llevó alrededor de cinco años. Al tratarse de una roca de 20 mil años, tenía en la superficie protozoarios denominados foraminíferos que formaron capas de calcio, las cuales debían retirarse con líquidos y cepillos especiales para permitir la adherencia adecuada de la pintura, explicó el ingeniero Valera Negrete.

Dicha labor contó con la asesoría del escritor y filósofo ítalomexicano Gutierre Tibón, mientras que el suministro de materiales, tanto para la limpieza como para el mural, estuvieron a cargo del ingeniero químico Julio Parrodi, quien participó en los trabajos del Polyforum Cultural Siqueiros.

Inaugurado en 1989, La Humanidad Hoy muestra la preocupación del autor por la depredación, las guerras y la injusticia. Retrata la extinción humana por un holocausto nuclear ante la inacción de las potencias para evitarla. Envía un mensaje a los universitarios, en el que destacan la justicia, la paz y el respeto a la naturaleza, elementos que ayudarán a vivir en armonía social.

En entrevista para Acatlán TV en 2015, Roberto Roque explicó que para entender el mural, hay que comenzar por ver la cara que está frente al acceso del estacionamiento.

Dicha sección muestra a dos personajes: en la mano de uno de ellos cuelga una máscara antigás que resultó inútil por la explosión atómica. Más arriba, una mujer abraza a su bebé muerto mientras espera su propio deceso. En el fondo, la Tierra llena de cráteres y el Sol cubierto por radiaciones.

Al caminar hacia el sur, describió el artista, puede apreciarse la segunda parte de la obra, que retrata la solución para evitar el holocausto: hombre tocando un caracol, que simboliza la preservación de nuestras tradiciones. “Encontramos también una mujer que, con una mano a la altura del pubis, sostiene una flor y en la otra un telescopio. Significa que está observando el cosmos, pero al mismo tiempo se está conociendo a sí misma”.

En esa cara del pictomonolito también hay una iguana, “que es el símbolo de la supervivencia de la naturaleza, la flora y la fauna, pues se trata de una especie prehistórica”, explicó.

En la parte oriente de La Piedra, hay “un ingeniero que estudia con su teodolito la forma de construir sin dañar la naturaleza; un fotógrafo introduce su telefoto al agua para observar un pez, que desde la superficie parece inocuo e incluso amable, pero en una visión submarina está lleno de rabia por la irrupción en su hábitat, como una forma de crear conciencia de que los animales son más inteligentes de lo que creemos y es necesario conocerlos a fondo”.

La última cara del pictomural presenta a tres simios “con máscaras antigás: uno se lleva las manos a la boca, otro a los ojos y el último a los oídos. Dicha escena simboliza a las grandes potencias que se niegan a cooperar para hacer de la Tierra un planeta habitable. Junto a ellos, un enano-robot oprime el botón de la conflagración atómica, lo cual provoca que un hombre y una mujer, que representan a la humanidad, salgan despedidos como un rehilete en el espacio”, abundó el artista.

Ante el evidente deterioro, en junio de 2014 Roque y Manrique inició la restauración de La Humanidad Hoy, con apoyo de siete estudiantes: Cristina Victoria Sánchez, Raúl Francisco Fernández, de Diseño Gráfico; Adrián Prado Torres, Adriana Jiménez Solares, Gustavo Islas Jiménez, Miguel Ángel Moreno García y Raúl Carrasco, de Arquitectura.

Raúl Francisco Fernández, egresado de la licenciatura en Diseño Gráfico, participó en nueve de los 19 meses que duró la restauración del pictomonolito, como parte de las actividades del servicio social.

En el informe sobre los trabajos, Roque y Manrique detalla que la empresa Dupont proporcionó los productos de limpieza y los esmaltes para recuperar el esplendor de la obra. El 29 de septiembre de 2016, un año después de la reinauguración de La Humanidad Hoy, el maestro falleció en la Ciudad de México.

A una década de la renovación, Raúl Fernández consideró que los colores se mantienen fieles a como los plasmó Roberto Roque, por la ausencia física del maestro, todo indica que la obra estará a la vista del mundo por muchos años más.

El ingeniero Valera recuerda cierta plática con Roque y Manrique, cuando La Humanidad Hoy estaba a punto de la conclusión: “Tú y yo nos vamos a morir en lo que tiene pronosticado la esperanza de vida, 80 o 90 años cuando mucho. Pero la roca va a durar, no sé cuántos, pero cuando menos mil años”.

La Humanidad Hoy, el legado

Ha pasado medio siglo de la inauguración de nuestra FES Acatlán, y 41 del arribo de La Piedra que nos identifica y distingue, pues simboliza la fortaleza inconfundible de quienes se han formado en sus aulas, la fuerza del conocimiento y los valores inculcados en cada profesionista, los cuales prevalecen con el paso del tiempo. Nuestro corazón es fuerte y resistente como nuestra roca, pero rico en valores, lleno de color, de emociones y de visión sobre nuestro presente y futuro, como el mural La Humanidad Hoy.

Dicha obra, multicolor como la diversidad de ideas, de visiones y personalidades que nos caracteriza. Nuestra Piedra es majestuosa y generosa en tamaño, como la generosidad del campus para con su comunidad. Esa majestuosidad podemos percibirla en cada aula, en todas las clases, en cada actividad de los talleres, espacios culturales y deportivos. Una roca como la nuestra no existe en ningún otro sitio, porque solo nuestra Facultad puede presumir el tesoro de tal grandeza; muestra inequívoca de que Acatlán es grande y engrandece.

La Roca de Roque - El Reportaje

La Roca de Roque - El Reportaje (Spotify)